viernes, noviembre 25, 2005

Deseos de Madrugada

La lectura "triple x" -como le han llamado algunos- así como las imagenes virtuales, han logrado saciar esta noche lo que, a esta hora, nadie logra en mi:
Paseos por mi pecho, deteniéndome a apretar mis pezones por cada palabra obscena que leía; bajando un poco más por el vientre, por cada orgasmo escrito; acariciando entre mis piernas, un río vertido de tantos suspiros tras la pantalla....
Para concluir entrando en lo más profundo, con todos los dedos de mi mano, por cada fantasía que no he podido cumplir esta madrugada.
Quiero saborear la textura del cuerpo masculino, sentirme dominada, violada y deseada; como a la vez quiero la dulzura de lo femeníno para ahogar el morbo libidinoso de la sensualidad genérica.
Ahogarme con tu miembro,
Acabar mi sed con el río de la hembra,
Sufrir los golpes de las caderas,
Las raspaduras en las rodillas,
Los ahogos ansiosos por tragarme un pedazo de carne largo, grueso, duro... que puede llegar a hacerme daño, pero me da el placer más maquiavélico que exista:
Depender de un cuerpo que no está cuando más lo necesito.

lunes, noviembre 14, 2005

Terminar para amar (¿o Vice versa?)

Volví a verlo después de mucho. Terminamos lo que siempre quise comenzar.
Me explico...
Nos conocimos con calor. Miradas de arena, movimientos de baile y miradas que intentaban ser disimuladas como ostigosas.
A dos horas 45 de Santiago, bajo un sol que nos tiñó de dorado y un par de copas que destaparon la inhibición, comenzó lo que hoy se ha dado por concluido.
Fueron quince días de encuentros y desencuentros. Era obvio que nos buscábamos, había uno de esos códigos implícitos que hacen más fácil el acercamiento pero hacen dudar si uno no estará jugando solo.
Finalmente ,una noche que salí a caminar después de roces femeninos y costumbristas más que nada, nos topamos.
Me sonrío. Decidí seguir caminando. Había que hacerlo creer que él tomó la iniciativa para que no se sienta cohibido. Entonces, me saludó y sonreí. En seguida supe que no volvería a casa en un largo rato.
Fumamos, bebimos vino, caminamos y, sin decir nuestros nombres, contamos todo aquello que jamás pensamos decir.
Fue entonces, mientras mirabamos puntos brillantes en el techo negro, cuando decidí atacar: miré exactamente como uno debe mirar para generar la acción.
No alcanzó a estar en mi boca cuando mi mano ya había abierto el cierre de su pantalón. Tamaño justo, sabor perfecto: una noche que recién comenzaba para nosotros.
Y no terminó. No la noche, sino la acción.
La nieve no permite gozar como cuando se vuela.
Tomé la desición de jamás volver a "eskiar".
Me dejó en casa no sin antes dejar marcado un terreno que había sido suyo.
Volví a la vida con cemento y me encerré por tiempo indefinido a olvidar el deporte blanco.
No fue fácil: masturbé peluches, arañe los muros, comí barro y tragué la misma cocecha que había sembrado. Y pasó.
La vida da recompenzas.
Como cada mes, este fin de semana me alejé del cemento para volar en la arena. Nos encontramos y esta vez lo saludé yo. Habían pasado 7 años; aún así, un río me estremeció el paso al curzarnos.
Esta vez nos sentamos en una mesa de un restaurante frente al mar. Comimos mariscos y caminamos frente al cuadro azul.
AL llegar a su guarida, no alcanzó a abrir la puerta cuando me tenía de rodillas frente a lo que durante años pensé había sido un sueño y pesadilla. El olor era el mismo y volví a los 23 de esos años.
Cuando estuvo como la roca que nos cobijó alguna vez, dejé que introdujerasu sexo cuantas vecez quisiera por todos los orificios de mi ser.
Y cuando desperté a cada gaviota con mis gritos extasiados y él me miraba deseando prolongar el momento, caminé sin retorno a mi ciudad.
Terminé lo que siempre quise comenzar.
Con crueldad me vengué del vicio que estampó la noche a mi ser.
Quizás ahora, pueda comenzar a amar de verdad.

lunes, noviembre 07, 2005

100 Lenguas de un viaje femenino.

La música me transportó camino a casa. Esa es una de las ventajas de cargar un "I pod" a cuesta; viajar. Porque la música transporta.
Y me vi en la copa de un árbol, brillando como cada uno de esos colores verdes que regalan reflejos cuando les toca el sol.
Pero la "cuncuna" en la que iba, me trajo a la realidad. Un frenazo producto la encerrona de un "dinosaurio amarillo", me hizo agarrarme de lo primero que estuvo frente a mi.
Podría haber sido una colegiala de haberla visto en uniforme. Podría haber sido una ejecutiva de aparecerse con traje de dos piezas. Pero no. Era solo ella.
Y mi torpeza la hizo reír haciéndola decirme algo que no pude escuchar por los casquillos de mi compañero musical. Entonces, me saqué uno. Y más se rió. Me hizo sonreír. Tanta risa me puso nerviosa. Eso no es común, suelo tener mucho control sobre mí.
Comenzó a decir algo de los "dinosaurios amarillos" y noté que quería conversa. Seguía sonriéndome -y yo ya estaba compuesta después de la frenada-.
¡¡Me estaba coqueteando!!
Ya entendiendo a dónde iba, pude volver a tener el control.
Sabrán lo que viene después...Un cigarro al bajarnos, una coca cola improvisada, una confesión -implícita- de mi gusto a lo femenino (sin jamás renegar de mi necesidad de lo masculino) y su cara, casi de alivio, al identificarse.
Jamás había estado, mi "mujer sin edad", con una fémina.
Delicioso.
Temblorcillos que excitaron mis caderas, llevaron mis dedos a sus pezones. Y bajé sin temor a desabrochar sus jeans.
Mi mujer, no era tímida, pero tampoco osada. COn cada gesto, pedía cierto tipo de autorización para conquistar mi cuerpo. Y una vez, el permiso concedido, arrasaba con fuego todo el lugar.
Fue sensual, no sexual.
Fue erótico probar la virginidad de esta mujer. Quien luego, llevó mi cabeza entre sus piernas, donde pude darle 100 lenguas de un viaje femeníno.
Fue exquisito comenzar la semana así, dulce, humedo, pasional e improvisado.
Supongo que jamás volveré a subir a ese recorrido sin una cuota de ansiedad a cuestas. Pero de seguro estaré más atenta de verla de nuevo. Y claro, ver si sube en un colegio, en una oficina o simplemente, aparece frente a mi para salvar una caída que me haga sonreír.

COn mi I-pod al oído nuevamente, no viajé a la copa de un árbol, me quedé en él un instante y luego, me lancé al oceano gris que me invitaba a navegar por la ciudad.

miércoles, noviembre 02, 2005

Comiendo con Soledad

El problema no radica en mi pregunta, tampoco en mi palabra.
El problema no es problema para nadie, sino para mí. Tú, me abandonas. Yo, permanezco inamovible frente a mi misma.
Miré su cara desfigurada ante mi incapacidad de conmoverme. Sentí sus manos acariciando mi rostro con cada golpe que me daba esperando alguna reacción. Ironicé cada palabra, cada gesto, cada lágrima de impotencia que me entregaba con desesperación.
Sentí que mi deshumanización se hacía grande y me alimentaba de su dolor. Mi sentimiento miserable le hacía honor a mi maldad.
Nunca pensé que la personalidad -tan intrínseca de un ser- pudiera causar tanto daño. Y me sentí casi como un científico experimentando con la raza humana frente a la supuesta variable incondicional del amor.
Y ya ezquizofrénica de mi propia locura, me di cuenta que merecía mi soledad, que cavaba el propio espacio de desolación. Entonces, le pedí en silencio un abrazo.
Pero el orgullo, tan característico de mi naturaleza, fue incapaz de pronunciar palabra y optó por el daño. Y cada palabra verdadera, esa que sentía honestamente, se pudrió en un espacio efímero al que llaman alma y se convirtió en resentimiento contra su propio creador:
Mi propio ser.
No fui capaz de interpretarte.
Jamás has podido interpretarme.
Déjame comer un poco más de este delicioso buffet de soledad.